A la entrada, los jóvenes que acudían respondían a los medios con una mezcla de rabia e indignación, pero sin más ganas de seguir en la polémica. Se esperaba una fiesta, pero quedó algo más parecido a unas típicas ponencias. Los aficionados desempolvan bufandas, camisetas y banderas mientras se preparan para volver a cantar un gol, esa sensación única que llevan añorando desde que la pandemia los apartó de las tribunas en marzo de 2020. El espectáculo, sin ellos, no es lo mismo.